Miles de horas dedicadas a asambleas y el movimiento 15M sigue sin hoja de ruta, sin objetivos claros y sin mecanismos para lograrlos. Detener algunos desahucios ha estado bien pero la indiferencia de los políticos sigue ahí poniendo oído sólo a la esfera financiera. Los brotes de indignación y rabia han ido bien para hacer terapia grupal pero ya vale. No hay cambios políticos o económicos reales: ¿qué tal hacer cambios concretos en la vida de cada uno?
Lo mejor es apostar por el uso que le damos a nuestro dinero para determinar qué sociedad estamos construyendo. Sin hacer ruido una masa crítica silenciosa a la que no atrae una vajilla de regalo o un porcentaje mayor de rentabilidad se asegura de no meter el dinero en bancos que financian empresas de armamento o a empresas que contaminan o que producen transgénicos o empresas que permiten la explotación infantil. Exigir transparencia a los bancos para disponer de información clara sobre las inversiones que realizan puede sonar a chiste pero existen algunas entidades más transparentes que otras.
Responsabilizarnos del uso que le damos a nuestro dinero parece una vía más concreta para transformar nuestra sociedad a medio plazo. Es la revolución que pasa por el último poder real que nos han dejado: el poder como consumidores, como clientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario