viernes, 1 de febrero de 2008

Terapia mongola


Peli-documental testimonial y poética donde las haya.
Empieza con una frase que encuentro acertada: el padre dice a su hija Nansal mientras entierran a un perro: Todo el mundo muere, pero en realidad nadie está muerto. Una concisa forma de resumir la filosofía del filme de la directora mongolesa afincada en Alemania, Byambasuren Davaa donde nos cuenta la historia del antiguo vínculo que existe entre el ser humano y el perro y el significado único que este vínculo tiene en Mongolia en el eterno ciclo de la reencarnación.
El Perro Mongol se adentra en la vida de una familia nómada mientras permanece en un valle de Mongolia para pasar el verano. La protagonista, Nansal es la hija mayor, con apenas diez años, tras volver de la escuel, ayuda a su madre y entre sus tareas está la de recoger estiercol para calentar la casa y conducir el rebaño caballo.
Nansal recorre la estepa y encuentra un perro abandonado que bautiza como Zochor (que significa lleno de vida en mongol). Sin embargo, su padre no quiere al perro. ya que la gente que deja el campo, abandona a los perros, los cuales se cruzan con los lobos y se convierten en perros salvajes que junto a los lobos atacan a sus ovejas y cabras, sus medios de subsistencia. En la era actual, muchos mongoles se están alejando de las creencias tradicionales a favor de un estilo de vida mucho más moderno. En esta familia el único diario que leen es el envoltorio de algo que compra el padre en un viaje a la ciudad para vender sus productos. Usan un generador eólico, y cuando falta el viento, velas. Hacen fuego con estiércol, se alimentan de leche y queso que preparan con técnicas milenarias, y mantienen antiguas costumbres como la de salpicar leche en el campo para atraer a los buenos espíritus. Una vida sencilla, dura pero llena de mensajes.
Esta es una película de la vida en el campo donde impera la tranquilidad pero siempre con esfuerzo, donde deambulan los yaks, las cabras, las ovejas, y un centro: la yurta, el hogar temporal. El entorno no es más que un mar de estepa infinito rodeado de un cielo no menos infinito. Esta es la cotidianidad en la cual nos sumerge la película que se acerca al mundo mongolés con una sensibilidad poco corriente y sabiendo extraer la autenticidad de unos actores que son una familia real de nómadas.

Dos escenas captaron especialmente mi atención:
1. Cuando Ansal le pregunta a una anciana sobre las vidas pasadas, ésta tira granos de arroz sobre una aguja…. "Cuando veas quedarse un grano en la punta de la aguja me avisas: así de difícil es que un alma se encarne en un ser humano. Por eso, la vida de cada ser humano tiene un valor incalculable".
2. Cuando Ansal, que va a clase en la ciudad, juega a hacer casas con estiércol mientras apila varias boñigas secas, le cuenta a sus hermanos que así son las casas de la ciudad. Para mí esa es una buena metáfora de la idea de desarrollo que se está vendiendo al resto del mundo: mierda apilada y seca.

Byambasuren Davaa deja que en la película lo moderno y lo tradicional fluya con realismo, sin tintes nostálgicos, los nómadas se trasladan en moto y la ciudad también está presente en las pertenencias que hay en la yurta.
Este nuevo film es un homenaje más a esta sabiduría de lo cotidiano que deberíamos conservar. Un paseo por los cambios en la vasta estepa mongolesa y motivo de reflexión para nuestra sociedad que construye sin respeto alguno por paisajes o cultura.
Una película hermosa, sencilla y vital.

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